"Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la creación de Dios, dice estas cosas:
Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
Así, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca.
Ya que tú dices: ‘Soy rico; me he enriquecido y no tengo ninguna necesidad’, y no sabes que tú eres desgraciado, miserable, pobre, ciego y desnudo, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que veas.
"Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete.
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venza, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo también he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
"El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias." (Apocalipsis 3: 14-22)